Una palabra que se puso tristemente de moda durante el menemato y que también ha sido adoptada en otros países es “piquete”. Del ejército a la calle, veamos de qué se trata.
Para el español, un piquete es una herida realizada con un objeto punzante (picar más el sufijo «ete» que es diminutivo). La pica era un arma punzante y larga que se utilizó hasta la Edad Media. Los ejércitos tenían varios grupos de “piqueteros” (o piqueros) que se organizaban armando murallas para contener el ataque de la caballería contraria.
Del ejército pasó a la calle. No es una modalidad propia de Argentina, el piquete de protesta tiene sus orígenes en el picchettagio, una modalidad italiana del siglo XIX. Sin embargo, el menemismo inauguró la metodología en el país a raíz de la aplicación de sus medidas económicas. Telefónicos, ferroviarios, docentes, empresas como Acindar, Somisa, Aerolíneas Argentinas, Astilleros Río Santiago y Yacimientos de Río Turbio enfrentaron sus procesos de privatización resistidos por grupos de trabajadores apostados en las entradas a los lugares de trabajo o cortando rutas y calles de ingreso.
Los piquetes más fuertes se organizaron en Cutral-Co, Mosconi, Tartagal y lo que conocemos como Santiagazo. En 1993, la provincia de Santiago del Estero se enfrentó a dos días de revueltas producto del fuerte plan de ajustes que pretendía aplicar y que afectaban a los empleados estatales. Unos 5000 trabajadores tomaron la Casa de Gobierno, el Poder Judicial, la Legislatura y el Archivo Provincial. Menem se encontraba en Roma y, desde allí, ordenó la intervención de la provincia, nombrando a Juan Schiaretti para esa tarea al tiempo que Gendarmería disolvía las manifestaciones.
Esta revuelta se considera como la avanzada piquetera de cientos de protestas que siguen utilizando esta metodología hasta hoy y se ha transformado en, prácticamente, en un movimiento con importante participación en la vida sociopolítica del país, integrado por un conglomerado de organizaciones y referentes.